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Mostrando entradas de abril, 2018

Y así está bien

Es curioso cómo después de haber pasado años con alguien en tu vida, si ya no escuchas a esa persona, olvidas cómo era su voz. Cómo te decía ciertas cosas, la cadencia con la que lo hacía. Pero lo cierto es que se empieza con la voz y luego llegan otras cosas: ya no recuerdas cómo sonreía ni cómo te hacía sonreír a ti, tampoco la forma en la que te miraba porque ni siquiera recuerdas sus ojos. No recuerdas su cara, ni su olor ni que siempre solía vestir de negro. No recuerdas que llevaba anillos ridículos, que nunca sabía qué hacer con su pelo, que te quedabas en trance cada vez que punteaba un poco con la guitarra. No recuerdas que te trataba mal muchas veces, pero que te hacía sentir muy bien otras tantas. Que te componía algunos versos y tú te los creías. Que te pintaba con mil caras que nunca habían sido tuyas. Que te decía cosas que, según prometía, no decía a nadie más. Pero que no importan porque ni siquiera recuerdas su voz, ni cómo te decía ciertas cosas ni la cadencia con la