Entradas

Mostrando entradas de mayo, 2020

Vomitando en el lavabo

El tiempo se me hace bola y de repente se está acabando mayo. Faltan exactamente veinticuatro días para mi cumpleaños, pero llevo meses sintiendo el pavor que me entra cada vez que llega ese momento. Y no es por el hecho de envejecer un año más —un día más, en realidad, qué ridículos somos— sintiendo que no he logrado nada en la vida, sino porque siempre me siento tan sola que me hundo sobre mí misma y me quedo como una pelota de papel albal. Normalmente, se maquilla todo eso con gente alrededor, algún «felicidades» suelto, yo misma intentando animarme de una forma ridícula y penosa, pero es que este año no va a pasar ni eso. Como siempre, nadie se acordará de mí, ni siquiera mis amigos, y, bueno, mi familia me llamará y eso está bien, pero no está bien tener la misma conversación siete veces seguidas. No sé, es darle vueltas a lo mismo trescientas treinta y cinco mil veces y llego a la misma conclusión todas ellas: a ninguna. Siento que el problema está en mí, pero no puedo evitar pen

Nos volveremos intocables

Hoy ha sido la tercera vez que he salido a pasear desde que nos dejan hacerlo. Me siento como la protagonista de un microrrelato que escribí hace años para el concurso de narrativa del colegio: atrapada en una distopía absurda en la que, entre otras cosas, la gente no podía salir a la calle siempre que quisiera; había unos horarios, algo así como cuando estás en una dictadura. A pesar de que intento salir lo menos posible, cada vez se me hacen más necesarios estos paseos, como si estuviera desarrollando una especie de drogodependencia hacia el acto de caminar. Ya no es algo básico, es un deseo inalcanzable, como una mansión en Beverly Hills. No sé, hace mucho que no me tocan el brazo mientras me hablan, un gesto que odio, pero que ahora mismo hasta echo de menos.