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Mostrando entradas de diciembre, 2014

Mira, que no

Chapoteas en el barro que hay al fondo de tus entrañas y te encuentras gusanos muertos. Esto es así. Por más que bajes allí siete veces, no hallarás nada diferente. Si acaso, más veneno de alguien a quien se le cayó. Te digo yo que está todo podrido. Que ya no hay salvación. La polea no funciona. La cuerda se rompió. Las ratas gobiernan en todo esto ahora. Que la ciudad son solo callejones de mala muerte y sin salida. Que te han clavado ya la navaja. Una y otra vez. Una y otra vez. Que estás sangrando, coño. Sangrando, sangrando, sangrando. Que te mires las heridas. Que no hurgues. Que solo mires. Que nada de tocar, que te las infectas. Actúa como si no lo hubieras hecho ya.

La eternidad sólo dura dos horas

A veces, tienen que pasar años para que veas los cambios físicos de la gente. Sobre todo si se trata de personas que están en tu entorno cercano, si las ves a menudo. Ves cómo envejecen, cómo se marchitan, como parece que sus rostros dejan ver toda la tortura interior que llevan consigo. Cómo todo el mal que llevan o que han sufrido (o ambos) se exterioriza y cosume su cuerpo. Cómo la gente es anciana con veinte años de edad. Y no solo por dentro.

Verbos copulativos

En algún momento dejaré de ser y parecer porque ya no estaré.

Oda a mis ganas de vivir

Me tomaría un tiempo para hablar contigo, para ver esa película de la que me hablaste, para preguntarte cómo estás, para reírme contigo, para leer un libro, para comer, pero es que no puedo. No puedo porque tengo cosas que hacer, como mirar a la pared, tuitear idioteces o tener un ataque de nervios. No puedo porque tengo que estudiar. Y no lo hago.

La muñeca más rota

Echo mucho de menos esa cosa de tirarme hablando con alguien toda la noche de cosas profundas y pseudoprofundas en un tono muy mágico. Ahora todo eso se me presenta como absurdo, irreal, falso. De verdad que si alguien viene hablándome en clave de poesía lo más seguro es que le diga "¿qué haces?". Yo no era así. Yo era la más poetisa de todas, el alma más afectada. La reina de la metáfora, la adoradora de lo que suena bonito.  Ya no queda nada de eso de manera compartida.

Sobre cielos grises

Me preguntan sobre nubes —cielos— grises y se me hace un nudo en la garganta que tira hacia abajo y se me grapa al estómago. Pero a la vez se me presenta como calma. Intento ordenar mis pensamientos, estructurarlos, y nada de eso tiene sentido si de cielos grises hablamos. Cielos grises: nubes con forma de melancolía. Digamos que las nubes grises prevén tormentas emocionales y el fin del mundo. Digamos que no es solo vapor de agua que está harto de vivir en un séptimo piso. Digamos que las nubes grises destrozan mentes, pero a veces las encienden. Que son las musas más bonitas y con las caras más sucias y cuesta mucho ver esa belleza. Citándome a mí misma en textos impronunciables —por eso de que corro el riesgo de romperme con casi cada uno de ellos—, termino diciendo: «Pero creo que uno de mis cielos favoritos es ese con el que parece que se va a acabar el mundo. Ese gris tan negro que se te mete los pulmones y te hace  pensar en que la muerte puede present