Vengo a escribir aquí como quien sabe que va a morir pronto. No lo niego. No lo pospongo. Tampoco acorto el tiempo para que ocurra antes. «Lo que tenga que ser, será». Veo el fin inminente. Eso ahora mismo. Luego veré otra cosa, probablemente. Soy demasiado optimista. Me gustaría poder rendirme, pero no he sido configurada con esa función. Una pena, aunque mucho menos grande que la que siento ahora. Veo el colapso del mundo, el mío personal y el de todos, con frustración por no poder hacer nada y al mismo tiempo sin ganas de hacerlo aunque pudiera. No me quedan fuerzas y sin embargo aquí sigo, respirando y todo eso que a una la hacen parecer viva. El mejor truco del mundo y os lo creéis una y otra vez. Yo incluida.
Un día me dio por preguntarle esto a mucha gente en Ask . Al ser una pregunta tan abierta, cada uno puede interpretarla como quiera y tiene más libertad para responder. Y tanta es la libertad que sienten algunas personas al escribir, que una de las respuestas con las que me topé fue la siguiente: "Imagina la nada. Un gran lienzo en blanco. Y en esa nada se comienzan a escuchar cosas, susurros, historias que van chocando contra la tela y la llenan de distintos colores, dibujos que narran esas historias. Las primeras frases de los libros que has leído hacen brotar escuelas de magia, posadas en los bosques y enanos danzarines; los créditos de las películas que has visto llenan la esquina izquierda con imágenes que se entrelazan entre sí; las fotos que has sacado vuelan llevadas por una brisa de palabras a través del lienzo. Y la música lo llena todo, la música de un verano olvidado, himnos de imperios, réquiems y órganos resonando por las montañas de papel que se han ido alzando...
No es difícil que un libro me parezca el libro más increíble que he leído porque en mi vida tampoco he leído mucho. Hay veces, obviamente, en las que esta afirmación no se cumple. También hay decepciones o directamente lectura más ligera (que no tienen por qué ser la misma cosa) a la que tampoco hace falta pedirle ni un contenido ni un estilo a la altura de nada. No hace falta que un libro vaya sobre nada (mismamente «Nada», de Carmen Laforet, me pareció grandioso en su día y me abrió la mente sobre ciertos aspectos literarios) para que sea increíble, pero en este caso hablo de uno que sí que va de cosas y del cual estoy disfrutando cada coma. Llevo a lo mejor medio año (o más) leyéndolo porque hace varios años que no leo prácticamente nada, pero me he reconciliado con la lectura y eso basta. Me alegra ser capaz de seguir leyendo, aunque sea a un ritmo tan lento que hasta Plutón tarda menos en dar una vuelta alrededor del Sol.
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