Sobre cielos grises

Me preguntan sobre nubes —cielos— grises y se me hace un nudo en la garganta que tira hacia abajo y se me grapa al estómago. Pero a la vez se me presenta como calma.

Intento ordenar mis pensamientos, estructurarlos, y nada de eso tiene sentido si de cielos grises hablamos. Cielos grises: nubes con forma de melancolía.

Digamos que las nubes grises prevén tormentas emocionales y el fin del mundo. Digamos que no es solo vapor de agua que está harto de vivir en un séptimo piso.

Digamos que las nubes grises destrozan mentes, pero a veces las encienden. Que son las musas más bonitas y con las caras más sucias y cuesta mucho ver esa belleza.

Citándome a mí misma en textos impronunciables —por eso de que corro el riesgo de romperme con casi cada uno de ellos—, termino diciendo:

«Pero creo que uno de mis cielos favoritos es
ese con el que parece que se va a acabar el mundo.
Ese gris tan negro que se te mete los pulmones y te hace 
pensar en que la muerte puede presentarse de forma bonita».

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