La música que suena en mis oídos ahora suena diferente porque la percibo diferente. Porque no es la música lo que cambia el estado de ánimo, es el estado de ánimo lo que cambia la música. La música, las películas, las palabras, las relaciones. Qué bonitos parecen los platos rotos a nuestro lado y eso que seguimos hablando de la misma mierda. Tengo los calcetines con agujeros de tanto andar con esto y solo me miro los pies por si me da por hacerlo como el resto, que yo quiero mi propio modo de caminar. Y parece que escupo frases inconexas como cuando se te revienta un bolígrafo y te manchas de tinta todas las manos. Y la cara. Y el jersey. Y manchas al de al lado, también. Y el suelo. Oh, el suelo. Oh, los platos. Que sí, que todo lo que escribo tiene sentido. Tiene sentido que sea escrito y tiene sentido para mí. Que no, que no estoy deprimida, que solo me gusta decir que no, pero a veces supongo que sí y estallan todos los cristales de mis ventanas. Que ojalá estallando t