Plus que des mots
—¿Por qué lloras? Sus ojos oscuros me miraban tímidamente en un llanto que parecía que no iba a cesar nunca pero, queramos o no, todo tiene un fin, incluso aquello lo tenía. Su silencio era lo que más me dolía en ese momento, incluso más que verla llorar. —¿Es que acaso he hecho algo malo? No se me ocurría nada que pudiera haber hecho para herir sus sentimientos, pero tampoco se me ocurría nada que le pudiera hacer llorar. Nada excepto yo. Desde el momento en el que la conocí había provocado su inevitable desgracia, pero nunca de ese modo. Nunca visible, pues ella siempre tenía una sonrisa en el rostro para todos. Pero, queramos o no, todo tiene un fin, incluso las sonrisas, pero no mi vida, eso no. Suspiré. Cogí sus manos de la forma más delicada que pude, sin querer lastimarla, sintiendo su cálido tacto bajo mi piel. Nada de aquello parecía real, y es que en verdad no lo era porque ella no podía estar llorando. Aun así, yo seguía aparentando esa sensación de frialdad, esa