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Mostrando entradas de abril, 2014

Somos la generación de la inexistencia

Voy a hablar de algo de lo que seguramente ya ha hablado muchísima gente, pero no lo sé, porque nunca leo demasiado sobre temas de actualidad. Y de esto va un poco esta cosa, en realidad. Somos una generación —ni siquiera sé a cuánta gente ni a qué tipo de la misma engloba este concepto— que solo retuitea y rebloguea cosas, que defiende los derechos de los "grupos minoritarios" desde el teléfono móvil y el ordenador. En parte está bien porque las redes sociales son la base —¿por desgracia?— de la sociedad actual y por algún sitio hay que empezar. Hay que empezar a movilizar a las neuronas de aquellos que las tienen dormidas. Hay que luchar contra el heteropatriarcado, la homofobia, el machismo, los toros, la Iglesia, la gordofobia, el racismo, la xenofobia... Hay que destruir todo lo que está mal construido y volverlo a construir. Y todo esto sin afectar a la otra cara de la moneda de manera muy excesiva (cosa que no se hace). No digo que no vea bien esto porque es l

"¿En qué piensas antes de dormirte?‎"

No sé, supongo que en lo mismo que piensa todo el mundo antes de dormirse, pero aplicado a mi vida y a mis cosas. Pienso en lo que me ha pasado ese día, pienso en mis quejas continuas (quejarse de todo siempre es prácticamente mi vida), pienso en mil cosas y en ninguna, pienso en que me muero, en que quiero dormir. Pienso que no existo y en lo que pasaría si no lo hago. Pienso en que existo y me vuelvo a quejar. Pienso en la gente que me importa, pienso que me importan demasiado y acto seguido le resto importancia a la posible excesiva importancia porque yo soy así y para qué cambiar algo que lleva funcionando como lo hace diecinueve años. Que sí, que funciona mal, pero que ya se tirará a la basura. Pienso en lo que me gustaría alcanzar y que no voy a alcanzar nunca. Porque soñar va de eso, de soñar, de cosas que no son reales ni lo serán. Porque para que sean reales no tienen que ser sueños. Pienso en todo lo que he pasado, en lo bueno y en lo malo, en lo malo, en lo malo, en lo malo

Época Contemporánea

Aquel día me levanté, como cualquier otro, con el pie izquierdo antes que nada. Por eso de no dejar las costumbres atrás, por eso de desafiar a la vida y burlarme de ella. Lo primero que hice después fue lanzarle una mirada de desprecio a la melodía que sonaba en mi teléfono móvil para arrancarme los párpados y despegarlos y abrirlos y ver el mundo. Y yo no quería nada de eso. Y por qué esos cacharros no se apagaban solos o con solo mirarlos. Maldita "Era Tecnológica" inservible. Al final tuve que usar las manos y ese gesto se llevó parte de mi vida consigo. "Tilín, tilín". Acababa de quitar el silencio a mi móvil y ya empezaban los whatsapps. Que si buenos días, que si has visto esto, que si has hecho lo otro. ¡DEJADME EN PAZ! Abrí las cortinas y volví a cerrarlas, como quien mira todas las conversaciones de WhatsApp sin leer ni un solo mensaje, porque todo eso me molestaba. No sé, fuera había VIDA y creo que la vida es demasiado molesta en cualquiera de s

Supongo que todo se reduce a que me duele la vida

Ella está tumbada en el suelo, boca arriba, mirando hacia el techo con el pelo barriendo las pelusas que se escapan de su alma. Y el tic-tac enfermizo del reloj, que compite con su corazón, se para unos segundos y luego vuelve a retomar el ritmo, pero ya va tarde. Respira —le cuesta—. Respira, te digo. Y respira muy mal, pero como si todo fuera bien, como por costumbre. Y es que todo va de eso: de acostumbrarse. Y quiere coger las tijeras esas tan grandes que tiene y cortar los lazos afectivos y las orejas del lobo. Y quiere romper platos mientras grita sin sonido porque a nadie le gusta el ruido y no quiere resultar desagradable para nadie (más). Traga saliva —esto le cuesta más por su posición—, pero ella lo que quiere es vomitar. Expulsar los males y los bienes: no quiere nada. Y cierra los ojos, esperando que se apague el mundo, esperando que no exista nada. Estira las manos, separando mucho los dedos, como si fueran a despegarse de allí en cualquier momento, como si p

Y qué si Caligo no puede volar porque en realidad no tiene alas

Una mañana, Caligo miró al cielo y las nubes lloraron su tristeza. Porque no hay nada peor que no poder expresar el sentir, solo sentir y que duela. Porque sentir siempre duele. Porque Caligo cree que no siente, pero sabe que sí.  Otra mañana, Caligo decidió no ser más nunca, pero no era capaz de no ser, pues ese día todos se empeñaban en que fuera. Y siempre se preguntaba por qué los demás nunca querían que fuera cuando ella quería ser. Y pensó que todo se resumía en eso de que "Nunca llueve a gusto de todos" y también pensó que le daba igual. Pensó que no quería pensar. Pero pensar que no quería pensar ya era hacerlo y se quedó muy quieta sin hacer nada, esperando que nadie la descubriera.

Por favor, circule

Hoy he cometido la locura esa de pararme en medio de mucha -muchísima- gente que iba andando hacia el mismo sitio. Me he parado en un sitio apartado, al lado del respaldo de un banco, como si fuera el arcén de una carretera. Pero esto no ha evitado que la gente me empujara, que yo entrara en estado de pánico. ¡Por Dios, la gente iba a atravesar el puto banco con tal de aplastarme! Los coches que circulaban por la carretera rozaban, golpeaban al coche parado en el arcén. Hablando de aplastar, casi siempre que uso esa palabra -en cualquiera de sus variantes- me viene a la cabeza una mano aplastando contra una mesa al mosquito de turno que se ha posado un rato para tocar los cojones. Porque así somos: destruimos todo lo que nos molesta o no nos interesa.  Porque hoy yo he sido un mosquito a punto de morir, pero las manos de la gente se han limitado a aplaudir demasiado cerca de mí sin matarme del todo. Solo me han pillado un poco las alas.