Suicidio inmortal
Y la chica de las caderas desnudas con su hermosa decadencia arrastraba sábanas de lino entre huesos y torturas. Pues no hay tormentas ni lagos que no aguarden sus besos. Ni destellos fantasmales que no sonrían a su paso. Curvas sin frenos, labios heridos. Aquella piel tostada y esos ojos malditos. Navegan sin rumbo hacia el destino dibujando espirales en el tiempo. Y con ritmo, muy lento, callan heridas y lamentos. Compás descompasado y pesado sin nombre más que el de un tic-tac. Inmenso océano de palabras lanzadas al espacio como gritos de socorro. Y tú, que aguardas, paciente, al eterno sino y no llega. Que siempre viene tarde y te has cansado de esperar.