Nos arrancamos por el miedo
Llega un momento en el que ya no importa el olor a sangre. Que las paredes se han estrechado tanto y se te han roto tanto los huesos, que ya no se oye nada. Los latidos de tu corazón se han parado y estás aguantando la respiración en un afán infinito y absurdo de sentirte vivo. Los gritos en tu garganta cobran sentido si alguien escucha, pero allí, donde estás, no hay nada. Y sabes que, en realidad, nunca ha habido nada. Llega un momento en el que ya no importa el olor a sangre. Nadie se fija en las heridas de otro. Nadie se fija en el ajeno interior. Solo se oyen aquellos sonidos que no quieren ser escuchados. Una paloma se posa en lo alto de aquel tejado y a ti te da igual porque estás intentando averiguar qué mensaje ocultan las ramas de ese árbol. Un puzzle sin terminar. Llega un momento en el que no importa el olor a sangre. Ni ya ni antes ni nunca. Todo lo que conocías ha desaparecido. Todo lo que vivía se ha muerto. La paz te ahoga más que la guerra