Entradas

Mostrando entradas de febrero, 2015

Nos arrancamos por el miedo

Llega un momento en el que ya no importa el olor a sangre. Que las paredes se han estrechado tanto y se te han roto tanto los huesos, que ya no se oye nada. Los latidos de tu corazón se han parado y estás aguantando la respiración en un afán infinito y absurdo de sentirte vivo. Los gritos en tu garganta cobran sentido si alguien escucha, pero allí, donde estás, no hay nada. Y sabes que, en realidad, nunca ha habido nada. Llega un momento en el que ya no importa el olor a sangre. Nadie se fija en las heridas de otro. Nadie se fija en el ajeno interior. Solo se oyen aquellos sonidos que no quieren ser escuchados. Una paloma se posa en lo alto de aquel tejado y a ti te da igual porque estás intentando averiguar qué mensaje ocultan las ramas de ese árbol. Un puzzle sin terminar. Llega un momento en el que no importa el olor a sangre. Ni ya ni antes ni nunca. Todo lo que conocías ha desaparecido. Todo lo que vivía se ha muerto. La paz te ahoga más que la guerra

A ver, un minuto de atención

Soy de ese tipo de preguntas cuya respuesta nadie quiere saber, ya sea por falta de interés o porque ni siquiera se ha leído. ¿Que se podrían sacar otras razones? Pues sí, no voy a ser yo la que diga que no. Pero miradme, por favor. No, en serio, miradme: estoy lo mejor escrita posible. A veces, desordenada, pareciendo que carezco de sentido. Otras, con palabras mal utilizadas, pero porque así suenan mejor. Pero en cualquier caso, con los dos signos de interrogación. Me diréis que eso no es extraño. Solo un poquito, al menos. A veces, empiezo en mayúscula porque me gusta causar una buena primera impresión (la mejor no porque yo de eso no sé). Otras, empiezo por minúscula, bien porque voy detrás de una coma y me siento muy empequeñecida e insignificante o no sé desenvolverme, bien porque me da pereza o no tengo energía para ser lo suficientemente correcta. Muchas veces, me cuesta eso de fingir y otras, no tengo bien definido mi tono interrogativo y confundo a los demás. No sé, yo s

Yo nací sirena

Un día, un pescador me encontró en el agua y me preguntó: —Princesa, ¿estás bien? ¿Qué haces ahí? Me quedé muy callada, extrañada. ¿"Ahí"? ¿Cómo que "ahí"? Pensaba que ahí y aquí eran lo mismo. Que todos habitábamos el mismo territorio, que nada nos diferenciaba. El hombre tiró de mí hacia arriba para sacarme del agua. Yo sentí cómo se me morían las escamas y cómo lloraban las estrellas de arriba y de abajo por mi mala fortuna. El pelo —mi pelo— ondeó al viento y me tapó los ojos. Creo que fue mejor así. Me quedé ciega, sin respiración y sin saber cómo volver a mi hogar. Me sentía perdida. Yo nací sirena. Pero supongo que nadie acaba siendo lo que fue en su origen. Podéis escuchar este relato locutado por Andreita Villaverde aquí .