Echaba de menos escribir sobre sucesos reales y no sobre sentimientos tontos y absurdos a los que no les sé dar más explicación que estas palabras que están por aquí de vez en cuando. Sentimientos que, afortunadamente, no llegáis a captar del todo o nada. La historia de ayer tuvo lugar en el metro por la mañana. Oí sin querer un trozo de una conversación que estaba teniendo lugar justo a mi lado. Los que hablaban eran un chico y una chica que compartían barra de agarre conmigo y, bueno, parecían buena gente. Ella mencionaba que nunca había tenido amigos como tal, que nunca los ha tenido (le hizo la aclaración al chico de que hablaba exceptuándole a él), que siempre en el instituto y en el colegio la gente había quedado sin ella. A mí me entraron muchas ganas de decirle: "Hola, soy Andrea y a mí sí me gustaría ser tu amiga". Pero volvemos a lo de siempre, a aquello que ya comenté una vez: no puedes acercarte a cualquier persona y presentarte sin más y menos decirle esto. A