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Mostrando entradas de marzo, 2020

Como un pájaro recién nacido

Se me va a caer la cabeza. Y, con ella, los ojos. Ya no sé lo que es dormir; no sé distinguir realidad de sueño ni de ciencia ficción. Si alguien me dijera que estamos bajo tierra, le creería salvo porque ahora veo la luz del sol. Ha amanecido hace unos minutos, pero para mí sigue siendo de noche. Siguen siendo las tres de la mañana y no puedo dormir. Mis vecinos ven una película con el volumen de la tele muy alto como hasta la una y media. Luego me acuerdo de alguien que ya no forma parte de mi vida. Espero que esté bien. Después, no es nada psicológico, me digo, sino físico, pero ya no estoy segura de por qué no duermo. Da igual, supongo. La cosa es que así no puedo seguir. Que los cristales se me clavan en los ojos, aunque ya no en el corazón. Supongo que es un paso hacia delante, pero yo me siento arrastrada por el barro. Solamente quiero salir. Pero ya no. Me da miedo.

La caracola es de cristal, pero no puedo atravesarla

La verdad es que me aterra todo lo que está pasando y ocupo todo el día en distracciones que me evaden de la vida en general. Prefiero no pensar en nada, no leer noticias y apenas hablo con nadie. Hoy he salido al balcón y ha vuelto a invadirme esa ansiedad que tenía cuando en mi casa de antes salía a la terraza a las tres de la mañana y me imaginaba saltando al vacío. Solo me siento bien cuando salgo con mi compañera de piso y está a mi lado aplaudiendo. Me alegra que a partir de ahora anochezca más tarde porque soy una persona más bien diurna, pero es de día cuando el exterior me da miedo. Me siento tan sola como siempre, pero ahora todavía más. Quiero llorar y no me sale. Le explico a la gente que no estoy bien, pero que estoy mejor que la semana pasada y a estas alturas no sé si es cierto. Solo quiero que esto acabe ya, pero a la vez no quiero pensar en ello. Ponerle fecha al fin es doloroso. He perdido la cuenta de los días y no sé qué haría sin Internet. En parte, me siento muy a

Somos seres de caparazón

La Tierra se rebela, aunque algunos dicen que es Dios el que pulsa el botón de la destrucción total y la verdad es que yo ya no sé en qué creer. Supongo que después del vigésimo primer día todo será más sencillo, por eso que dicen de que hacen falta veintiún días para crear un hábito. Para mí es el séptimo y estoy al borde del colapso. No me imagino en una cárcel ni en OT. Ya no. Al menos ellos tienen más estímulos y una casa más grande, aunque son más personas ahí dentro y yo lo que quiero ahora mismo es encerrarme en mi caparazón y no salir jamás. No quiero hablar con nadie en todo el día, solo quiero jugar a «Los Sims» hasta que el mundo acabe, y tampoco. Me aburro enseguida de las cosas. Pensaba que todo esto me daría ganas de escribir, de leer, de ver películas, de hacer cursos online, de hacer limpieza en el ordenador... Todo eso que tengo un poco dejado de lado y para lo que ahora mismo sería un momento estupendo. Pero no pasa. He empezado a ver «Ana y los 7» y cada vez qu