Entradas

Mostrando entradas de diciembre, 2020

Todos los días lo mismo

Extiendo la hora de acostarme como si fuera un chicle que se me ha quedado atrapado entre los dedos. Tengo que tener cuidado de que no se me pegue en el pelo porque eso ya me pasó de pequeña y me lo tuvieron que cortar. Los rizos no se llevan bien con esa sustancia mentolada y pegajosa y mi madre tampoco lo hizo. Yo es que no encuentro las tijeras y solo en mi habitación tengo como tres, pero si entro ahí sé que me tumbaré para siempre, aunque lo de dormir no va ligado a permanecer en horizontal. Ojalá fuera tan fácil como cerrar los ojos y desenchufar el cerebro. Por eso me dan envidia las máquinas. Tampoco tienen que comer ni ir al baño. ¿Por qué tuve que hacer en forma de ser humano? Yo solo quiero ser una pared a la que un día destruyan a mazazos y que no sienta nada cuando lo hagan.

«A veces, después de haber estado escarbando para encontrar la verdad, tengo ganas de volver a enterrarla»

Me gusta mucho el verbo «escarbar» en esa frase, es como que se lleva toda la atención de lo que dices y te produce un sentimiento extraño, como de incomodidad y al mismo tiempo, reconforta porque escarbar para encontrar la verdad implica hundir las manos en la tierra hasta toparse con las raíces de un árbol que creíamos enterrado, pero no confundamos «enterrado» con «muerto». Y no todas las raíces deben ser desenterradas porque si están ancladas al suelo, es por algo.