Un balazo en la yugular
Cada vez que tienes que hablar sobre cómo te sientes, te desintegras de la misma forma en la que una galleta se deshace si la aprietas demasiado con los dedos. Todas las costillas se convierten en flotantes y se te clavan en la garganta, impidiéndote hablar, decir nada. Todos los escarabajos muertos, atrapados en tu estómago, reptan por el interior de tu cuerpo hasta salírsete por los ojos en forma de lágrimas. Y solo puedes pensar en que te gustaría estar muerta, pero no tienes un seguro de decesos contratado y tu familia tendría que hacerse cargo económicamente de toda la movida.