Historias en el metro V
Más que una historia en el metro, lo de hoy es una historia en el tren, pero no deja de ser un trozo de realidad dentro de un vagón de un medio de transporte ruidoso y claustrofóbico que da igual cual sea, porque esto va sobre lo que viven las personas dentro de él y de lo que yo observo en ellas.
Había una chica hoy hablando por teléfono con alguien sobre algo que le había pasado en el trabajo. No iba yo prestando mucha atención, primero porque no soy cotilla y segundo porque iba respondiendo a mis propias conversaciones y contando mis propias movidas. Pero lo poco que capté es que todos los que estaban en su trabajo habían quedado para comer porque alguien se iba (no sé si de la empresa o si de vacaciones), pero que nadie le había avisado a ella.
Por lo visto, trabaja en un departamento aparte, "lejos" del resto, y, además, está ella sola allí. Y nadie le dijo nada. Por lo visto, también, ha pillado a gente hablando mal sobre ella a veces cuando va a tomarse el café. Nadie se junta con ella y se siente sola, apartada, marginada.
Casi me estaba enterando de la historia completa cuando por equis o por y me he metido en mis propios asuntos tan profundamente que cuando he querido darme cuenta, la muchacha estaba llorando mientras hablaba por teléfono. En ese momento, he buscado un pañuelo de papel y se lo he dado. Me ha dado las gracias y la he sonreido intentando transmitir todo mi apoyo. Intentando transmitir que qué hijos de puta los de su trabajo y que qué adorable me parecía y que me daba mucha rabia verla así, aunque no la conociera de nada.
Todo eso en una sonrisa, como cuando toda la puta información sobre el color y la forma de tus ojos está en una cadena de ácido desoxirribonucleico.
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