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Mira, que no

Chapoteas en el barro que hay al fondo de tus entrañas y te encuentras gusanos muertos. Esto es así. Por más que bajes allí siete veces, no hallarás nada diferente. Si acaso, más veneno de alguien a quien se le cayó. Te digo yo que está todo podrido. Que ya no hay salvación. La polea no funciona. La cuerda se rompió. Las ratas gobiernan en todo esto ahora. Que la ciudad son solo callejones de mala muerte y sin salida. Que te han clavado ya la navaja. Una y otra vez. Una y otra vez. Que estás sangrando, coño. Sangrando, sangrando, sangrando. Que te mires las heridas. Que no hurgues. Que solo mires. Que nada de tocar, que te las infectas. Actúa como si no lo hubieras hecho ya.

La eternidad sólo dura dos horas

A veces, tienen que pasar años para que veas los cambios físicos de la gente. Sobre todo si se trata de personas que están en tu entorno cercano, si las ves a menudo. Ves cómo envejecen, cómo se marchitan, como parece que sus rostros dejan ver toda la tortura interior que llevan consigo. Cómo todo el mal que llevan o que han sufrido (o ambos) se exterioriza y cosume su cuerpo. Cómo la gente es anciana con veinte años de edad. Y no solo por dentro.

Verbos copulativos

En algún momento dejaré de ser y parecer porque ya no estaré.

Oda a mis ganas de vivir

Me tomaría un tiempo para hablar contigo, para ver esa película de la que me hablaste, para preguntarte cómo estás, para reírme contigo, para leer un libro, para comer, pero es que no puedo. No puedo porque tengo cosas que hacer, como mirar a la pared, tuitear idioteces o tener un ataque de nervios. No puedo porque tengo que estudiar. Y no lo hago.

La muñeca más rota

Echo mucho de menos esa cosa de tirarme hablando con alguien toda la noche de cosas profundas y pseudoprofundas en un tono muy mágico. Ahora todo eso se me presenta como absurdo, irreal, falso. De verdad que si alguien viene hablándome en clave de poesía lo más seguro es que le diga "¿qué haces?". Yo no era así. Yo era la más poetisa de todas, el alma más afectada. La reina de la metáfora, la adoradora de lo que suena bonito.  Ya no queda nada de eso de manera compartida.

Sobre cielos grises

Me preguntan sobre nubes —cielos— grises y se me hace un nudo en la garganta que tira hacia abajo y se me grapa al estómago. Pero a la vez se me presenta como calma. Intento ordenar mis pensamientos, estructurarlos, y nada de eso tiene sentido si de cielos grises hablamos. Cielos grises: nubes con forma de melancolía. Digamos que las nubes grises prevén tormentas emocionales y el fin del mundo. Digamos que no es solo vapor de agua que está harto de vivir en un séptimo piso. Digamos que las nubes grises destrozan mentes, pero a veces las encienden. Que son las musas más bonitas y con las caras más sucias y cuesta mucho ver esa belleza. Citándome a mí misma en textos impronunciables —por eso de que corro el riesgo de romperme con casi cada uno de ellos—, termino diciendo: «Pero creo que uno de mis cielos favoritos es ese con el que parece que se va a acabar el mundo. Ese gris tan negro que se te mete los pulmones y te hace  pensar en que la muerte puede present

Quiero vivir en un museo

Aquella señora que está en la esquina mirándome de reojo; sí, aquella, la que va vestida de rojo. Aquella, la que viene hacia mí con cierto sofoco; sí, aquella, la que viene por antojo. Esa señora me mira, viene hacia mí y dice: "No lo entiendo". Niega con la cabeza, disgustada, pensando que tiene poca cultura, que jamás me va a comprender. Me mira a los ojos y sonríe, diciendo: "Me está mirando". Y repite: "No lo entiendo". Son susurros casi impercetibles todo eso que dice y, sin embargo, alguien la escucha, se acerca y le dice: "¿Quiere que le diga algo? Yo tampoco lo entiendo". La señora, ahora un poco menos disgustada, sigue frustrada por no poder darle explicación a los hechos. Por no poder comprender. Yo sigo quieta, sin decir nada —sin poder decir nada—. Sigo quieta y la miro y digo: "No quiera entenderme. No me entiendo ni yo. No entiendo nada de lo que pasa, ni por qué ustedes me miran o me quieren entender. No co

Historias en el metro IV

Si hay algo que me gusta mucho, es ver a los desconocidos sonreír. Ver a los desconocidos sonreír y sonreír con esa sonrisa. Miro a mi alrededor, veo a alguien estudiando y pienso "ojalá el examen te salga bien". Lo deseo de verdad. Lo deseo con mucha más verdad que cuando es para mí. Para mí no me deseo nunca nada. Y menos de verdad. Se para el metro, se abren las puertas y entra el amor de mi vida: un chico muy guapo, con barba, pero cuya apariencia ni siquiera recuerdo. No sé, tan amor de mi vida no creo que fuera. Solo sé que estudiaba ingeniería de carreteras porque lo apunté. A mi lado, a la derecha, hay una chica haciendo tests de conducir. Pienso "esa debería ser yo". Luego vienen las preguntas de si me veo conduciendo; y la respuesta: no. Unos asientos más allá, a mi izquierda, hay un hombre un poco inclinado leyendo un libro muy grueso con las páginas muy finas. "A mí se me romperían", pienso. "A mí se me romperían porque so

Si me va bien

No puedo evitar pensar que si me va muy bien en lo que se supone que acabaré trabajando, terminaré drogándome por esquinas muy caras, funcionando a base de kilolitros de café, me quedaré trabajando 27 horas al día, fumaré como una poseída, serviré al machismo y a todos los estereotipos posibles, viajaré, ganaré mucho dinero y podré mudarme a Estados Unidos. De momento me dedico a dar asco.  Así no voy a conseguir nada.

Esto ya se sabe

Qué ganas de ser yo la que arañe, y rompa, y grite y llore. Qué ganas de ser yo la que estrangule, y ahorque, y queme y raje. Qué ganas de ser yo la que se tumbe, y descanse, y florezca y se marchite. Porque todo esto está fatal así.

No tengo ni brújula ni mapa

No tengo intención de dejar de rechazar quién soy hasta no reconocerme en absoluto. Hasta seguir preguntándome quién soy sin saber cómo volver atrás. Sin saber cómo he llegado hasta aquí estando tan perdida.

Establezcamos los límites, pero pásate de mi raya

Cerró la puerta de su habitación y toda la nada de fuera se quedó fuera y toda la nada de dentro se quedó dentro, pero eran nadas separadas. Pero tan unidas que chillaban juntas y rompían todos los cristales de las entrañas. Estaban tan unidas que, formando un nudo sobre su garganta, estaban ahogando al mundo. Pero ahogando tanto al mundo que no quedarían supervivientes. Y nadie quiere que queden supervivientes, pero siempre se quiere ser uno.

Necesito una caja

Estoy muy mareada por la vida, por escuchar a Neptuno gritar. Os juro por lo que queráis  que no soy de jurar cosas, que no sé escribir. Que solo me sale atragantarme con palabras que se escapan como niebla, como gritos, como llanto y como tristeza. Que tengo la tristeza desbordada por todos los ríos de la piel.

Que quiero

Algún día inventaré una profecía que se ahogará entre la angustia de tus ojos. Y tu vida cobrará sentido, lo prometo. Porque el infierno se destruye desde dentro. Que sonreír mata más que nada. Que de nada vale decir que no. Que no. Que te juro que todo lo que digo tiene sentido. Te lo juro una y otra vez porque necesito sentirme cuerda. {Y dejar de ahorcarte}. Necesito que me claves cosas y me reabras las heridas.

Maleza

Cuando me corte el pelo, fingiré que os regalo mis mechones  en un guardapelo que acabaréis arrojando al fuego.  Ojalá me queméis enseguida.  Ojalá arder pronto,  tal y como el agua se calienta al sol. Quiero gritar todo este pánico y  vomitar las hojas secas del otoño, que ya viene. Quiero. De verdad que quiero. Pero solo me sale brotar.

Reconocerte

Tengo una especie de debilidad por la gente sin cara. Ya sabéis, cuando en una foto no se ve la cara, ya sea porque sale borrosa o con algo encima. Rostros emborronados. Invisibles. Gente que no se sabe quién es o cómo está o qué quiere. Porque su mirada no dice nada. Porque no tiene mirada. Pero a veces solo busco ojos. Solo quiero ojos que me digan "Tranquila, estoy aquí". Ojos que me saluden o me sonrían o me maten. Que me maten mucho por dentro. Solo eso.

Vamos a contar mentiras

«Me gustaba tanto mentir que tuve que taparte los ojos para que todo fuera más fácil. Para que la verdad pasara sin dudas a través de tus oídos. Para que creyeras la verdad porque la mentira ya no me servía. Créeme si te digo que nunca tendrías que haberme creído». ...tralará.

Solo sé que me partían las ramas

Algún día, prometí, cortaría todas esas hojas muertas que se me caían a los pies con cada paso que daba. Lo prometí. Algún día, me dije, me dije muchas cosas, pero se me olvidaron al instante. Te puedo asegurar que mis flores se están muriendo. Que no hay nadie que riegue mis esquinas, que solo se dedican a verme morir. La corteza se me abre aquí y allí, dejando ver todo lo que llevo dentro. Y no quiero. (Y no). Pero lo que más me duele son esas navajas que me clavan para tallar cosas como "Te quiero" y que luego el tiempo no tapa, que solo me muero más. Lo único que temo es que me arranquen de raíz. Hasta entonces son libres de hacer conmigo lo que quieran.

Caelifera

Llenos de Don Nadie está el mundo y tú  te creías especial por serlo sin serlo. Ah, iluso saltamontes  aplastado contra la ventana. Que tu aliento me corroe por las noches. Que ya no vuelo  j u n t o  a ti.

Ella era de decir cosas como si las sintiera

Abrió sus pequeñas y blancas manos y aquella cosa estaba palpitando en ellas. Roja y triste, la miraba sin ojos con miradas de esas que son anzuelos clavados que no se sueltan y desgarran y destrozan. Pero a ella no le importaba mucho. No le importaba mucho más allá de la lipotimia y la sed, de la ausencia de oxígeno, de la ansiedad.  Nada importaba mucho más que aquella cosa palpitando en sus manos. Y ahora qué venía, se dijo, si ya se había arrancado el corazón. Que ahora qué.

Porque no nos gusta matarnos de golpe

"Métete aquí", te dicen.  "Si no cabes, te desmontas", te dicen. "Pero tienes que encajar". Y que no se callan. Y te señalan una caja diminuta de cualquier material tóxico que te pueda venir a la mente.  Sin ventilación, sin color y sin heridas. Que esas cosas ya las pones tú, te dicen.

Todo ha cambiado tanto

Estaba pensando en cuando era pequeña y en que cuando lo era, me movía por sitios totalmente diferentes. Que los escenarios que piso son otros y es gracioso porque cuando pisaba escenarios de verdad era antes. Que nunca volveré a pisar aquella plaza o esa otra, que nunca volveré a encajar mi cabeza en aquella barandilla (¡y menos mal!), que nunca más pisaré aquella agencia de viajes, ni aquel bar, ni aquella churrería, ni aquel supermercado, ni aquel colegio ni ese otro. Que nunca más llamaré al timbre del segundo B ni tendré que saludar a esos vecinos, que nunca más jugaré con caracoles ni con hormigas porque ahora me dan asco. Que nunca volveré a restregarme amapolas por la cara ni iré al campo a recoger flores para mi madre con mi padre. Que nunca volveré a pisar las hojas caídas y naranjas que cubren aquel paseo. Que nunca más le sonreiré a la misma gente. Que nunca más lloraré por la misma gente. Que aquello me gustaba y ya no. Que al revés.

El fabricante de mariposas

Imagen
Todo en aquella habitación era de madera. Incluso las bombillas. La magia que se respiraba allí tenía un color entre amarillo y rosa, pasando por el naranja, y con chispas verdes, azules y moradas aquí y allá. Un rojo que se transformaba en granate en las esquinas y un negro que se peleaba con el blanco por el gris. Y la nada. La nada era lo que más espacio ocupaba, aparte de la música. Una mariposa bailaba en el centro de la escena, acaparando la atención de los muebles y de la Luna. Vueltas y vueltas y vueltas dejaban caer suspiros de su boca como si de suaves plumas albas descendiendo a cámara lenta hasta el suelo se tratase. Parecía una bailarina de ballet de esas que hacen ver que no hay esfuerzo, de esas que te mueven lo de dentro y te hacen abrir los ojos y gritar "oh" o susurrarlo muy bajito, muy para ti. El viejo carpintero se rascó su calva cabeza por donde aún le quedaba algo de pelo canoso, tan blanco como la nieve (tan fría como su corazó

Suspiramos como para que nos oigan

A menudo me pregunto cómo pueden llegar a viejas esas personas que ya están muertas en la adolescencia. ¿Todo esto se pasa? Es decir, llega un punto en el que te das cuenta de que todos estamos muertos por dentro, pero hay gente que no. Y esa gente es la que te parece rara, irreal, inhumana.  Esa gente es la que te hace cuestionarte cosas. ¿Cómo viven? ¿Qué hacen? Bueno, en teoría es esa clase de gente la que vive, ¿no?

Envidia de plata

Allí arriba en la ladera hay una muchacha que no está muy entera, pues la Luna le ha partido el rostro para hacerse con unos labios y unos ojos. Y ahora que la Luna puede vernos, sabrá todo lo que le ocultemos. Y susurran nuestras vidas los hierbajos; y susurran nuestras vidas porque pueden. Que tú haces, que yo miro; que tú sueñas, que yo río; que tú saltas y yo lloro; que tú mueres, quieto y solo. Y la Luna baja como una araña porque quiere tus entrañas. Y ahora que la Luna siente, llora. Y ahora que la Luna siente, está rota porque ha roto a dos extraños. Y la pena es que no tiene manos para acariciar tu cara, para arrancar tu calma, para sentir de nuevo. Y es que todo esto es adictivo, el matar y el sentir y todo junto; y yo me escondo entre los juncos porque los escombros ya no existen.

Rutinas

Me acabo de acordar de que nunca me ha importado herir sensibilidades. Y es por eso que quiero contaros algo. Sé que me arriesgo a que corra de boca en boca como si de un chismorreo de la vecina del quinto se tratase. Bueno, bien mirado, yo soy esa vecina del quinto y, sí, soy yo quien va a iniciar todo esto. Nuestro protagonista está sentado enfrente de mí. Yo solo le observo, no hago nada malo. (A menos que comerse un sándwich de atún se considere algo malo porque odio el atún, pero no quedaban de otra cosa). Y bien, muriéndome del asco, observo, aún con más asco, al señor que tengo delante. Su pelo, lleno de mierda, le cae en mechones oscuros y pastosos a ambos lados de la cara y sus ojos, con la esclerótica amarillenta, parece que se le van a salir de la cara en cualquier momento. Los tiene muy abiertos y me da cosa mirarlos por si mi expresión facial imita la suya y no quiero que piense que me sorprende o que me da miedo, solo que me da asco. Tampoco es que yo me al

Atrápame

Porque me gusta batir las alas en contra del viento, pero no frente a ti. La luz no siempre es aquello que nos guía. Al menos no a ti. Al menos a mí sí. Que todo lo que digo es mentira y me río. Que todo lo que digo es verdad y me río más. Que te mortifiques. Que te ahorques. Que me atrapes. Que me ahogues. Que quiero. Que mejor no. Que lo grito. Que me callo. Que lo hagas. Que te vayas.

Veinte

Ella estaba tirada en el sofá con esa cara que se te pone cuando estás muy cansado, aburrido y dolido a la vez. Esa cara que te hace vomitar tristeza por los ojos y gritos por el corazón. Esa cara que dice "No me hables", pero que parece que nadie la ve porque todos te hablan. A veces le lanzaba miradas al teléfono esperando que sonara en cualquier momento. Esperando que sonara en mitad de la noche y que fuese alguien que le resultara agradable. Alguien que le dijese "¿Quedamos? Vamos, vístete. Nos vemos en un rato". Pero eso nunca ocurría. Miraba al techo y a las paredes como si aquel color blanco fuera a desaparecer por arte de magia. Recorría cada centimetro con los ojos imaginando líneas aquí y allí de diferentes colores, entrelazándose o dejándose espacio. Dibujando en la monotonía. Incluyéndose en un cuadro. "No va a pasar nada. Nunca pasa nada", se repetía todo el rato mentalmente. Se repetía que se quería morir. Era un pensamiento tan

Pero nadie quiere

Las manos se me posan sobre el teclado tantas veces al día... Y ninguna es para escribir. Para lo que yo llamo "escribir". Y me apena. Me apena mucho porque lo necesito. Se posan como esos pajarillos que me cantan en la ventana y me hacen odiar, pero quedarme fascinada a la vez. "Ya no escribo nada", pienso. Luego me fijo en los días en los que he escrito y no parece que haya pasado tanto tiempo, pero para mí es la eternidad hecha letras, para mí es un corazón que no llora y unas manos que no escupen.  Y lo de dentro se acumula como se acumulan las tareas. Como se acumula todo. Todo. Todo. Todo lucha por salir y nadie quiere todo, todo es mucho. Todo está triste. Yo estoy triste. ¿Yo estoy triste?  Nadie sabe nunca nada, pero podríais saber tanto si quisierais. Me podríais conocer tanto si quisierais.

La madriguera de las mariposas

Vacío y Rotura se miraron. Estaban a esa distancia a la que uno no puede escuchar los latidos del otro, pero se los imagina. Porque no es como si no se hubieran oído latir antes. Tampoco es como si se dejaran latir. Rotura miró a Vacío con el azul del cielo, pero no de ese cuando hace buen día y no hay nubes, sino de ese cuando viene una tormenta a saludar y Vacío mira al cielo con desgana y dice "Va a llover". Y Rotura se muerde los labios para no decir que se deje de decir tonterías. Que se deje de sentir tonterías. Pero Rotura no es de los que se muerden los labios para no decir. Y esa vez no iba a ser menos, así que Rotura dijo "No debes tener miedo". Vacío se encogió de hombros y le salió esa sonrisilla que le sale cuando no puede añadir nada porque ya está todo dicho, porque no tiene razón. Y se intentó apartar el pelo de la cara, pero a Vacío le cuesta mucho apartarse el pelo de la cara porque su pelo se empeña en vivir y no en existir y ya est

Estructura bipartita

Cuesta mucho mantener dos cosas separadas sin que éstas se toquen nunca. En algún momento se te cansan los brazos, flojeas, parpadeas, tienes que ir al baño. No puedes estar siempre pendiente. No puedes evitar cosas como si fueras una maníaca. Pero, joder, qué puta mierda.

En un mar de estrellas

Ves las telas, la estela, frente a ti. Ves los hilos, delgados, insanos, marchitos, malditos. Ves la manta, en tu mente, es tu meta. Pero desechas la idea cuando deshilachada suspira que quiere ser abrigo, que quiere pegarse más a ti. Y la coges, te la acercas y la hueles. Y la miras con tristeza sabiendo que es su fin, pero no para siempre porque dará comienzo a otra cosa totalmente distinta, pues llevas guardando estrellas desde que estuviste allí. Miras al cielo y recuerdas cuando trotaste en sus nubes, cuando robaste su aliento, sus astros, sus sueños. Y los bajaste a la tierra en forma de cofre con algo dentro: con corazones de rayos y lágrimas de truenos. Tejes y tejes las tejas del tejaroz que se caen y se rompen en trozos pequeños de alma y lanzan su último aliento en forma de suspiro temblón. Y sabes, por desgracia, que da igual lo que intentes hacer, que la lana está podrida, que has vertido vino en el mantel. Que las flores ya no huelen y la bufanda te ha ahogado si

Podría ser yo

Soy la novedad. La caja de zapatos con un lazo de algún color chillón. Los pies descalzos en el suelo. La tos en la garganta. El primer rayo de sol. Un catalejo. No, mejor, un caleidoscopio. Soy tormenta y pasos. Susurros. Soy perfecta, pero me caí hace años y parece que ya no lo soy. Soy una persiana. Una pluma. Una ventana. La música que se resbala hasta tus oídos. El aire que sale de tu boca. El arañazo de tu espalda. Soy el tropiezo. El tormento. El desliz. Soy el salto. La preocupación. La cuerda. El roto. Soy la ola. La calma. La duda. La tortura. Soy los clavos. El martillo. Los grilletes. La alegría. La ansiedad. Soy la euforia. Una lata. Una sandía. Soy el mediodía. La risa. La puta risa. La vergüenza. El trago. La negación. Soy acebo, placebo, erebo. Soy la única.  Soy el miedo.

Nos gusta tragar cristales sin terminar de masticarlos primero

No es tristeza, es evolución, pero en contra de la vida. Siempre que se habla de evolución se piensa que es algo bueno, pero no se tiene en cuenta que se puede evolucionar mal, incorrectamente, hacia el lado opuesto. Algunos tienen un pie en la tumba nada más nacer y no hablo de enfermos terminales. Hablo de esa gente que se hunde en la tristeza adrede, que hurga en su corazón con los dedos sucios y se abre boquetes del tamaño de una sandía para luego tratar de usar ese espacio para guardar cosas en un intento inútil de volver a estar completos. Y lo que pasa es que se le han infectado los agujeros. Hablo de esa gente que se golpea la cabeza contra la pared por tratar de callar sus propios pensamientos porque estos tienen demasiada razón y están hartos de que nadie los escuche y solo taladran y taladran y taladran. Y no se callan. Y suplican y gimen y dicen "socorro" lo suficientemente alto como para que sea insoportable. No nos damos cuenta de que estos rotos no

Somos la generación de la inexistencia

Voy a hablar de algo de lo que seguramente ya ha hablado muchísima gente, pero no lo sé, porque nunca leo demasiado sobre temas de actualidad. Y de esto va un poco esta cosa, en realidad. Somos una generación —ni siquiera sé a cuánta gente ni a qué tipo de la misma engloba este concepto— que solo retuitea y rebloguea cosas, que defiende los derechos de los "grupos minoritarios" desde el teléfono móvil y el ordenador. En parte está bien porque las redes sociales son la base —¿por desgracia?— de la sociedad actual y por algún sitio hay que empezar. Hay que empezar a movilizar a las neuronas de aquellos que las tienen dormidas. Hay que luchar contra el heteropatriarcado, la homofobia, el machismo, los toros, la Iglesia, la gordofobia, el racismo, la xenofobia... Hay que destruir todo lo que está mal construido y volverlo a construir. Y todo esto sin afectar a la otra cara de la moneda de manera muy excesiva (cosa que no se hace). No digo que no vea bien esto porque es l

"¿En qué piensas antes de dormirte?‎"

No sé, supongo que en lo mismo que piensa todo el mundo antes de dormirse, pero aplicado a mi vida y a mis cosas. Pienso en lo que me ha pasado ese día, pienso en mis quejas continuas (quejarse de todo siempre es prácticamente mi vida), pienso en mil cosas y en ninguna, pienso en que me muero, en que quiero dormir. Pienso que no existo y en lo que pasaría si no lo hago. Pienso en que existo y me vuelvo a quejar. Pienso en la gente que me importa, pienso que me importan demasiado y acto seguido le resto importancia a la posible excesiva importancia porque yo soy así y para qué cambiar algo que lleva funcionando como lo hace diecinueve años. Que sí, que funciona mal, pero que ya se tirará a la basura. Pienso en lo que me gustaría alcanzar y que no voy a alcanzar nunca. Porque soñar va de eso, de soñar, de cosas que no son reales ni lo serán. Porque para que sean reales no tienen que ser sueños. Pienso en todo lo que he pasado, en lo bueno y en lo malo, en lo malo, en lo malo, en lo malo

Época Contemporánea

Aquel día me levanté, como cualquier otro, con el pie izquierdo antes que nada. Por eso de no dejar las costumbres atrás, por eso de desafiar a la vida y burlarme de ella. Lo primero que hice después fue lanzarle una mirada de desprecio a la melodía que sonaba en mi teléfono móvil para arrancarme los párpados y despegarlos y abrirlos y ver el mundo. Y yo no quería nada de eso. Y por qué esos cacharros no se apagaban solos o con solo mirarlos. Maldita "Era Tecnológica" inservible. Al final tuve que usar las manos y ese gesto se llevó parte de mi vida consigo. "Tilín, tilín". Acababa de quitar el silencio a mi móvil y ya empezaban los whatsapps. Que si buenos días, que si has visto esto, que si has hecho lo otro. ¡DEJADME EN PAZ! Abrí las cortinas y volví a cerrarlas, como quien mira todas las conversaciones de WhatsApp sin leer ni un solo mensaje, porque todo eso me molestaba. No sé, fuera había VIDA y creo que la vida es demasiado molesta en cualquiera de s

Supongo que todo se reduce a que me duele la vida

Ella está tumbada en el suelo, boca arriba, mirando hacia el techo con el pelo barriendo las pelusas que se escapan de su alma. Y el tic-tac enfermizo del reloj, que compite con su corazón, se para unos segundos y luego vuelve a retomar el ritmo, pero ya va tarde. Respira —le cuesta—. Respira, te digo. Y respira muy mal, pero como si todo fuera bien, como por costumbre. Y es que todo va de eso: de acostumbrarse. Y quiere coger las tijeras esas tan grandes que tiene y cortar los lazos afectivos y las orejas del lobo. Y quiere romper platos mientras grita sin sonido porque a nadie le gusta el ruido y no quiere resultar desagradable para nadie (más). Traga saliva —esto le cuesta más por su posición—, pero ella lo que quiere es vomitar. Expulsar los males y los bienes: no quiere nada. Y cierra los ojos, esperando que se apague el mundo, esperando que no exista nada. Estira las manos, separando mucho los dedos, como si fueran a despegarse de allí en cualquier momento, como si p

Y qué si Caligo no puede volar porque en realidad no tiene alas

Una mañana, Caligo miró al cielo y las nubes lloraron su tristeza. Porque no hay nada peor que no poder expresar el sentir, solo sentir y que duela. Porque sentir siempre duele. Porque Caligo cree que no siente, pero sabe que sí.  Otra mañana, Caligo decidió no ser más nunca, pero no era capaz de no ser, pues ese día todos se empeñaban en que fuera. Y siempre se preguntaba por qué los demás nunca querían que fuera cuando ella quería ser. Y pensó que todo se resumía en eso de que "Nunca llueve a gusto de todos" y también pensó que le daba igual. Pensó que no quería pensar. Pero pensar que no quería pensar ya era hacerlo y se quedó muy quieta sin hacer nada, esperando que nadie la descubriera.

Por favor, circule

Hoy he cometido la locura esa de pararme en medio de mucha -muchísima- gente que iba andando hacia el mismo sitio. Me he parado en un sitio apartado, al lado del respaldo de un banco, como si fuera el arcén de una carretera. Pero esto no ha evitado que la gente me empujara, que yo entrara en estado de pánico. ¡Por Dios, la gente iba a atravesar el puto banco con tal de aplastarme! Los coches que circulaban por la carretera rozaban, golpeaban al coche parado en el arcén. Hablando de aplastar, casi siempre que uso esa palabra -en cualquiera de sus variantes- me viene a la cabeza una mano aplastando contra una mesa al mosquito de turno que se ha posado un rato para tocar los cojones. Porque así somos: destruimos todo lo que nos molesta o no nos interesa.  Porque hoy yo he sido un mosquito a punto de morir, pero las manos de la gente se han limitado a aplaudir demasiado cerca de mí sin matarme del todo. Solo me han pillado un poco las alas.

Quimera

¿Alguna vez has pensado que no eres real? No que hayas deseado no serlo, sino que hayas pensado que no lo eres, que te han inventado. Y qué mal te inventa la gente, porque solo te ocurren cosas malas. Pero cómo te van a inventar de otra manera si las primeras personas que están rotas son ellos. Eres una Ruby Sparks podrida por dentro y que nadie tiene intención de arreglar. Solo eres invención a medio terminar, sin pulir. "¿Qué pasaría si un día te dieras cuenta de que en realidad no existo y es tu mente la que me ha inventado?"  Sentirme realmente especial.  Y bastante más solo y acabado.  Aunque el hecho de darme cuenta de eso sería un paso para resurgir, si cupiese esa posibilidad para mí.  Aunque, la verdad, el hecho de que desaparecieras sería realmente extraño y perturbador.  Como si hubiera avanzado mucho y muy bien por un camino, por el que el paisaje se vuelve bonito y prometedor, y luego de pronto me diera cuenta de que he estado todo el rato con lo

No sé qué es lo que te han contado

¿Sigues teniendo pánico? ¿Sigues sin pisar los charcos por no calarte los pies? ¿Sigues pasando tu mano por la barandilla al bajar cada escalón? ¿Sigues muriendo, muriendo, muriendo? Aquí es que se viene a sufrir.

Tengo al interior gritándome constantemente y lo peor es que creo que ya me he acostumbrado. Como a todo.

El día en el que los gritos se conviertan en la moneda que manejamos, sabré que en algo somos ricos. Qué pena que se me dé demasiado bien gritar en silencio.

No sé qué ha podido pasar

—¿Pero cómo se te ha ocurrido, tonta, que podrías hacer realidad tus sueños, que podrías siquiera vivir? —Ah, sí, es verdad, perdón.

No tengas miedo

Entra.  No hace falta descalzarse para no hacer ruido. Solo entra. Da dos pasos, dos golpes en la puerta, dos pasos. Entra. Carraspea sigilosamente, sonríe cortésmente. Solo entra. Deshazte de tus errores en la puerta, deshazte en la puerta. Entra. Ven.

Me grita el corazón todo lo que no me llora la vida

Es triste que cuando necesites gritar tengas que esconderte. Porque entonces no estás gritando, estás susurrando mientras giras la cara hacia otro lado para que no te escuchen y encima el viento sopla muy fuerte y no deja oír nada. Y pasa un camión grande, que hace mucho ruido, pitando un montón y necesitas taparte los oídos. Pero siendo insuficiente todo eso, decides cerrar los ojos y alguien que pasa por tu lado en ese momento te empuja sin querer hacia la carretera, hacia el camión. ¿Y mueres?

Conjugación de doler

Ni siquiera el mar te cura los agujeros negros del alma cuando tienes heridas sobre las que escuece la sal.

Me he calzado las botas de la depresión

La música que suena en mis oídos ahora suena diferente porque la percibo diferente. Porque no es la música lo que cambia el estado de ánimo, es el estado de ánimo lo que cambia la música. La música, las películas, las palabras, las relaciones. Qué bonitos parecen los platos rotos a nuestro lado y eso que seguimos hablando de la misma mierda. Tengo los calcetines con agujeros de tanto andar con esto y solo me miro los pies por si me da por hacerlo como el resto, que yo quiero mi propio modo de caminar. Y parece que escupo frases inconexas como cuando se te revienta un bolígrafo y te manchas de tinta todas las manos. Y la cara. Y el jersey. Y manchas al de al lado, también. Y el suelo. Oh, el suelo. Oh, los platos. Que sí, que todo lo que escribo tiene sentido. Tiene sentido que sea escrito y tiene sentido para mí. Que no, que no estoy deprimida, que solo me gusta decir que no, pero a veces supongo que sí y estallan todos los cristales de mis ventanas. Que ojalá estallando t

Historias en el metro III

Hoy cuando he subido al metro, había una chica sentada en el suelo del vagón. A veces tienes que mirar desde abajo para observar lo que pasa en el mundo. Otras, solo estás cansada y no hay sitios libres o simplemente te es más cómodo trabajar desde ahí. Se llamaba (se llama) Sara y esto lo sé porque tenía un cartelito colgando del cuello que lo indicaba, porque era nosequé social o algo así. En ese momento me hubiera gustado ser esa chica, me hubiera gustado ser Sara. Alguna que otra vez he sido Sara en alguna de sus formas. Sara leía, hacía deberes de inglés y escuchaba música. Y me miraba. Y su mochila no era una mochila normal. Y yo imaginaba a Sara en su trabajo, a Sara en sus clases de inglés, intentaba imaginar qué libro estaba leyendo y si lo haría por gusto o medio obligada u obligada del todo. ¿Qué leías, Sara? ¿De qué era esa mochila? Porque no podía ser para ir a clase o para trabajar. ¿O sí? Por tu forma de vestir y por tu mochila diría que te gusta la escalada. Te ima

Los versos me miran mal al pasar porque ya no los recito

Ojalá supiera qué es lo que estás haciendo a cada instante porque no paro de arañar las paredes pensando que lo que acaricio es tu piel y tengo todas las uñas llenas de yeso y de pintura azul. Y nadie dijo que la vida fuera fácil, pero tampoco que fuera algo tan complicado como esto. Y es entonces cuando me fijo en lo que tengo entre las manos, aparte de suciedad: ese diario en el que escribíamos todos nuestros sueños imposibles y donde me dibujabas desnuda y a medio vestir. Ese diario al que le faltan todas las páginas que le arrancaste de raíz a aquel árbol semimuerto y avergonzado. Porque los árboles sienten vergüenza de todo aquello que les rodea, pero más si ese algo somos nosotros. No merecemos todo esto que nos está pasando, nos merecemos cosas peores, dolor de verdad, negro en los pulmones. Queremos morir con sabor a sal entre las pestañas y sin sangre y humo en el paladar, solamente colgando de una cuerda en el abismo de la equivocación inexorable e irreversible.

Quisimos ser extraños, no conocernos, pero nos salió mal

Hoy me he calado el pie derecho y he querido volar con un paraguas, pero el viento no ha querido ayudar. Hoy he conocido a tres personas cuyos nombres desconozco. Es curioso que esto me sorprenda porque normalmente cuando conozco a alguien y ese alguien se presenta, yo pienso: "Da igual, no hace falta que te esfuerces, no me voy a acordar, no vas a ser nada para mí". No vas a ser nada para mí. Muy segura yo de eso. Y creo que siempre acierto. No paro de aprenderme nombres que significan cosas, cosas muy importantes o cosas útiles, cosas a las que acudir o de las que huir, cosas de las que es mejor no saber nada, pero de las que conviene saber el nombre, cosas que duelen y cosas que te sacan una sonrisa. Hoy me han regalado esta canción:

A lo mejor todo se resume en que me obligo a vivir cuando al resto no le importa que viva

Voy a seguir imaginando que todo es más bonito de lo que es. Hasta que duela tanto que tenga que arrancarme cosas de la cabeza y tirarlas a los pies y dejarlas morir ahí, sin más. Sin recuperarlas nunca. Hasta que tenga que arrancarme cosas del corazón porque, sí, son cosas de la cabeza, pero por si acaso. Sin quererlas nunca. Ver cositas morir. Ver cositas morir sonriendo. Demasiado me río para lo puta que es la vida conmigo. A ver si me va a pasar algo. Ay, sí, que me pase algo.

¿Alguna vez has disparado una pistola de verdad?

"¿Qué tiene de mérito que un muerto no respire?", te repites una y otra vez mientras aceleras cada vez más el paso.  Te das cuenta de que cuanto más rápido piensas, más rápido andas y que es un círculo tan vicioso que temes que se te rompan las piernas por no poder seguir tu ritmo mental. Ese jadeo se convierte en auténticas bocanadas de dolor y el ardor de tus pulmones quema más que el alcohol más puro en la garganta. Y no paras. No paras. Y caminas. Caminas. Se te va cayendo la vida junto con los pantalones a cada paso, pero no puedes pararte. No puedes. No puedes perder tiempo. No puedes. Y es gracioso porque lo único que te persigue eres tú. Tú y tu cabeza. Miras a los lados esperando ojos que te recriminen el acto tan atroz que has llevado a cabo y solo te encuentras con la nada en las miradas de la gente, con la sonrisa esa tan absurda y tan callada. Sonrisas mudas que no dicen una puta mierda porque las ha puesto ahí cualquier gilipollas aleatorio. Y tú miras

En mis ratos libres soy musa de desgracias

No puedo decirte que te ha traído hasta aquí el canto de los pájaros, hacia mi ventana, cuando soy yo la que ha ido a buscarte arrojándote piedras a puñados. No puedes decirme que seguiste el camino de baldosas amarillas si ibas rompiendo todo el suelo a martillazos para encontrarme. Cómo me gustaría poder decirte poesía en el corazón y susurros en los ojos mientras que el llanto inunda mi garganta y se pierde en una esquina. Cómo te gustaría arañarme la mirada con los dientes y morderme los huesos con los dedos sin pararte a coger aire porque respirar es para necios. Soy algo así como una musa rota por fuera y por dentro. A ratos, vacíos. A ratos, muy lentos. Eres algo así como lo que no quiero. El poeta mal situado en un cruce de caminos borrados por el tiempo.

Historias en el metro II

Vas en el metro volviendo de la universidad como cualquier día, como todos los días. Te sujetas a una de las barras de agarre que está frente a una de las puertas del vagón a pesar de que hay sitios libres porque se los quieres ceder a otras personas que a lo mejor los necesitan más que tú. Y eso que tú vas a un sitio que está lejos, pero has estado sentada toda la mañana y por el momento no te apetece hacerlo más. Las puertas siguen abiertas. ¿Cuántos minutos han pasado ya? ¿Es que el metro no se va a poner en marcha? ¿Cuándo piensa sonar el pitido ese de los cojones que indica que las puertas se están cerrando? Ah, por fin. Por fin está sonando, pero todavía no se están cerrando para siempre, se pueden abrir otra vez. Y viene gente. Viene gente que cree que se le va el metro y por eso corre, pero el metro sigue ahí parado. Y tú te planteas darle al botón, adornado con una luz verde que indica que aún pueden abrirse las puertas, para facilitarle la entrada a esa gente. Pero n

"Que bebemos hasta morir y luego vomitamos".

Ella estaba vomitando en sus zapatos nuevos y él solo podía mirarla con una sonrisa contenida por el asco que le producía aquella situación. Estaba tan guapa, incluso así, que no podía dejar de mirarla. Su larga  y lacia melena caía hacia abajo en un intento suicida de mancharse con aquella mezcla rara de alcohol y bilis que había salido de sus entrañas y él tuvo el gran y delicado detalle de recogérsela. —Joder, Beth, ya te vale. Había estrenado hoy estos zapatos, ¿sabes? Me había puesto guapo para ti. —Se rió como un gilipollas tras decir aquello, esperando que ella le dijera algo, pero la chica estaba muy ocupada intentando no morirse entre el ardor de las arcadas—. Te dije que no era buena idea tomarse todo eso, pero bueno, qué se le va a hacer. —¿Te puedes callar de una puta vez? —Era la primera vez que Beth hablaba con él en toda la noche. Había conseguido unos segundos de tiempo entre una arcada y otra para poder decirle unas palabras—. Mira, tío, si quieres, vete. Vete.

Allí donde vivimos de manera diferente

Ya no suelo cantar en la ducha, solo pienso para mí. Pienso sobre cosas que me han pasado y que me han dicho y sobre cosas que van a pasar. Pienso sobre cosas que están pasando, pero no las analizo en exceso, sino que paso de una cosa a otra por no dedicarle mucho tiempo, por no devanarme demasiado los sesos. Pero hoy he cantado en la ducha. Y muy bien, además. Creo que voy mejorando. (Creo que me he roto un poco la garganta, porque es lo que me pasa siempre cuando canto.) Hoy he soñado en la ducha con futuros imposibles de crear (por eso son soñados). Futuros con los que llevo años soñando. Hoy he hablado en la ducha. He hablado en inglés conmigo misma. Todo esto suena muy raro, lo sé, pero cuando estoy sola no hablo conmigo misma porque me siento tonta, así que tiene que haber gente conmigo para que lo haga. Si hablo conmigo misma estando sola, no sé por qué, suelo hacerlo en inglés. Está bien porque así practico, pero a ver, que no es normal. Que tampoco quiero serlo, pero

High Hopes

Aquellos ojos azules la llamaban más que los cascabeles a los gatos y que el queso a los ratones. Recordaba. Si no eran esos ojos, no quería las miradas. Recordaba. Y su risa, temblando al borde de ese lapso temporal, amargo refugio de su querer. Recordaba. Las pisadas en los charcos a las cinco de la mañana, el traspiés junto al escalón que llevaba a su casa. Recordaba. Aquel vestido medio roto colgando del pomo, aquella tarta de chocolate sin comer. Recordaba. Le encantaba inventar historias mientras se columpiaba junto a la horca de su corazón. Y mentía .

"Si tuvieras que vivir el resto de tu vida en una película, ¿cuál sería?"

Alguna en la que acabe yo muy muerta en el suelo, muy rota por fuera y por dentro. Rota de verdad, no solo metafóricamente. Rota hasta decir basta.  No quiero películas con finales felices, que qué coñazo eso de morir paralizada y con una sonrisa, solo porque han salido los créditos. Ahí eternamente, muerta sin morir. Muerta solo porque han salido los créditos. Solo porque han salido los créditos.  Quiero ser la mejor canción de la película, esa que te hace bailar y morirte a la vez, que te hace sentir el cielo cinematógrafico y que te hace quedarte un poco más cuando ya han salido los créditos. Cuando ya han salido los créditos.  Me gustaría ser ese personaje secundario al que se le coge cariño y al que se le llora cuando se muere, ese que siempre es mi favorito y al que todo le va mal. Pero no le va mal todo por morirse, siempre y cuando no se muera solo porque han salido los créditos. Solo porque han salido los créditos. Pero supongo que Grease. Siempre Grease. Ojalá

"Era la pieza que me faltaba".

¿Para qué? Quiero decir, eres la pieza que me faltaba para romperme. Gracias. De verdad.