En un mar de estrellas
Ves las telas, la estela, frente a ti. Ves los hilos, delgados, insanos, marchitos, malditos.
Ves la manta, en tu mente, es tu meta. Pero desechas la idea cuando deshilachada suspira que quiere ser abrigo, que quiere pegarse más a ti. Y la coges, te la acercas y la hueles. Y la miras con tristeza sabiendo que es su fin, pero no para siempre porque dará comienzo a otra cosa totalmente distinta, pues llevas guardando estrellas desde que estuviste allí.
Miras al cielo y recuerdas cuando trotaste en sus nubes, cuando robaste su aliento, sus astros, sus sueños. Y los bajaste a la tierra en forma de cofre con algo dentro: con corazones de rayos y lágrimas de truenos.
Tejes y tejes las tejas del tejaroz que se caen y se rompen en trozos pequeños de alma y lanzan su último aliento en forma de suspiro temblón.
Y sabes, por desgracia, que da igual lo que intentes hacer, que la lana está podrida, que has vertido vino en el mantel. Que las flores ya no huelen y la bufanda te ha ahogado sin dejarte envejecer.
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