Quiero vivir en un museo
Aquella señora que está en la esquina mirándome de reojo; sí, aquella, la que va vestida de rojo. Aquella, la que viene hacia mí con cierto sofoco; sí, aquella, la que viene por antojo.
Esa señora me mira, viene hacia mí y dice: "No lo entiendo".
Niega con la cabeza, disgustada, pensando que tiene poca cultura, que jamás me va a comprender.
Me mira a los ojos y sonríe, diciendo: "Me está mirando". Y repite: "No lo entiendo".
Son susurros casi impercetibles todo eso que dice y, sin embargo, alguien la escucha, se acerca y le dice: "¿Quiere que le diga algo? Yo tampoco lo entiendo".
La señora, ahora un poco menos disgustada, sigue frustrada por no poder darle explicación a los hechos. Por no poder comprender.
Yo sigo quieta, sin decir nada —sin poder decir nada—. Sigo quieta y la miro y digo:
"No quiera entenderme. No me entiendo ni yo. No entiendo nada de lo que pasa, ni por qué ustedes me miran o me quieren entender. No concibo la idea de que alguien quiera entenderme. No concibo la idea de que alguien quiera mirarme. Porque hay obras de arte más bonitas aquí".
"Sí, pero te he elegido a ti".
"Y no te entiendo".
Comentarios
Publicar un comentario
¿Algo que quieras compartir?