Historias en el metro IV
Si hay algo que me gusta mucho, es ver a los desconocidos sonreír. Ver a los desconocidos sonreír y sonreír con esa sonrisa.
Miro a mi alrededor, veo a alguien estudiando y pienso "ojalá el examen te salga bien". Lo deseo de verdad. Lo deseo con mucha más verdad que cuando es para mí. Para mí no me deseo nunca nada. Y menos de verdad.
Se para el metro, se abren las puertas y entra el amor de mi vida: un chico muy guapo, con barba, pero cuya apariencia ni siquiera recuerdo. No sé, tan amor de mi vida no creo que fuera. Solo sé que estudiaba ingeniería de carreteras porque lo apunté.
A mi lado, a la derecha, hay una chica haciendo tests de conducir. Pienso "esa debería ser yo". Luego vienen las preguntas de si me veo conduciendo; y la respuesta: no.
Unos asientos más allá, a mi izquierda, hay un hombre un poco inclinado leyendo un libro muy grueso con las páginas muy finas. "A mí se me romperían", pienso. "A mí se me romperían porque soy muy torpe. Y, además, en el transporte público, con lo cargada que voy siempre. ¿Cómo puede traer eso aquí? ¿No le da miedo que se rompa?". No todo el mundo le tiene tanto miedo a todo.
No sé, yo solo espero que alguien un día me diga el equivalente a "En el metro había un tío comiendo Jumpers y me he acordado de ti" para mí como declaración de amor o algo de eso.
Comentarios
Publicar un comentario
¿Algo que quieras compartir?