Envidia de plata

Allí arriba en la ladera
hay una muchacha que
no está muy entera,
pues la Luna le ha partido el rostro
para hacerse con unos labios y unos ojos.

Y ahora que la Luna puede vernos,
sabrá todo lo que le ocultemos.
Y susurran nuestras vidas los hierbajos;
y susurran nuestras vidas porque pueden.

Que tú haces, que yo miro;
que tú sueñas, que yo río;
que tú saltas y yo lloro;
que tú mueres, quieto y solo.

Y la Luna baja como una araña
porque quiere tus entrañas.
Y ahora que la Luna siente, llora.
Y ahora que la Luna siente, está rota
porque ha roto a dos extraños.

Y la pena es que no tiene manos
para acariciar tu cara,
para arrancar tu calma,
para sentir de nuevo.

Y es que todo esto es adictivo,
el matar y el sentir y todo junto;
y yo me escondo entre los juncos
porque los escombros ya no existen.

Comentarios

Entradas populares de este blog

El fuelle

¿Qué es para ti la vida?

El libro más increíble que he leído