Ella era de decir cosas como si las sintiera
Abrió sus pequeñas y blancas manos y aquella cosa estaba palpitando en ellas.
Roja y triste, la miraba sin ojos con miradas de esas que son anzuelos clavados que no se sueltan y desgarran y destrozan. Pero a ella no le importaba mucho.
No le importaba mucho más allá de la lipotimia y la sed, de la ausencia de oxígeno, de la ansiedad.
Nada importaba mucho más que aquella cosa palpitando en sus manos.
Y ahora qué venía, se dijo, si ya se había arrancado el corazón.
Que ahora qué.
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