Morir por un día

Sería interesante poder morir solamente un día. Veinticuatro horas. Mil cuatrocientos cuarenta minutos. Ochocientos sesenta y cuatro mil segundos. Así visto parece mucho. O poco. Depende de por donde se mire. Un día o no es tanto o puede convertirse en la eternidad.
Siempre se dice que cuando te lo pasas bien, el tiempo pasa más rápido.
El tiempo pasa al mismo ritmo, nosotros perdemos la noción de él.
Y más yo, que hasta aburriéndome y pasándolo mal las agujas del reloj se mueven de forma extraña para mí. No suelo saber en qué día u hora me encuentro y eso a veces me trae problemas.

Pero hablando de eso de morir durante un día y luego, tras ese día, volver a la vida otra vez... sería muy interesante. El gran enigma de la vida es saber lo que pasa cuando ésta se acaba. Qué inútil es nuestra existencia, ¿no? Vivir para ver qué viene después. Es como cuando empieza una nueva semana, es lunes y ya quieres que llegue el viernes. O cuando empieza un día y ya quieres que llegue la noche. O, incluso, como cuando viene el otoño y ansiamos de nuevo el verano, al menos en mi caso. Otros quizá prefieran otras estaciones. Mi preferida es la primavera: es mi cumpleaños, todo se llena de colores y se respira alegría, aunque para los alérgicos quizá sea algo parecido a una tortura (si es que no lo es ya). Pero lo mejor es que después viene el verano. La diferencia entre todos estos casos y la muerte es que de la última no se puede regresar. Si tan solo se pudiera experimentar eso una vez (pero el sentimiento de estar muerto y no el de morir)... Morir siempre asusta, pero si estás muerto, ya lo has pasado.


Y si existe un cielo, yo no quiero acabar en él. Solo pido regresar a la Tierra de nuevo.

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