Nunca digas "siempre"

Pero tampoco hay que decir siempre "nunca".
Yo he cometido el error de incumplir las dos oraciones que acabo de escribir.
Aunque normalmente evito decir "siempre", no puedo evitar decir con frecuencia "nunca".

No me gusta decir "siempre" simplemente porque nada dura eternamente. Todo se acaba.
Siempre.
Qué paradoja más traicionera y despiadada...
Aun así, siempre es bueno tener esa palabra en mente. Quizá te dé esperanzas en algo, fuerza en una cosa o valor en otra y, aunque no quieras que te pase, cuando ese "siempre" se termina sin haber llegado a la última "e" de la palabra, se te derriba el mundo. Mejor dicho, se derriba tu mundo y no encuentras la manera de reconstruirlo. Pero puede que sea todo como un terrible sueño del que te despiertas y observas que nada de lo que parecía real ha pasado en verdad.
A veces, para pasar de un estado a otro se necesita tiempo, no actúa todo el mundo igual.
Y yo necesito ese tiempo.
¿Cuánto?
Ni lo sé ni me importa. Por mí podría haberse acabado mi tiempo hace mucho, así no tendría que estar preocupándome siempre.

Por otro lado, eso de decir siempre "nunca" lo cometo más que lo primero. Soy la persona más pesimista que se puede encontrar. Siempre que alguien se muestra en ese estado le digo que la pesimista soy yo, que no me quite el puesto. Aunque la palabra "nunca" no siempre signifique algo malo, yo suelo emplearla con ese fin.

Opino que ambos vocablos están infravalorados. Nadie se da cuenta realmente de la gran importancia que tienen, sobre todo para unas personas más que para otras y, sin embargo, las vamos diciendo sin ton ni son día tras día.



Dicen que si una palabra la dices muchas veces pierde el significado. A mí siempre me pasa.

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