No finjas que te importo...

Ni me hables cuando te convenga.
No me trates como a una idiota.
No me uses como si fuera un objeto.
No me escupas palabras dañinas.
No me digas cosas sin pensarlas.
No necesito que te portes como un estúpido.
No me dirijas la palabra solo para pedirme cosas.
Ni siquiera me gusta que seas tan borde y seco.
Deja de hacerte el interesante. No lo eres.
No intentes hacerte el gracioso, hay gente que no lo es, como tú.
Y así podría seguir con mil cosas, pero pararé.

Piénsatelo al menos varias veces antes de molestarme con tus idioteces porque ya no estoy segura de poder aguantar alguna más y a la vez no quiero que desaparezcas de mi vida.
Ah, ¿que aún no has desaparecido?
Me paro a mirar unos instantes y tú ya no estás en mi vida, excepto para molestar.
El solo hecho de que me saludes (si a esas cosas se les puede llamar saludos) me irrita de tal manera que hace que me ponga de una forma insoportable contigo.
Pero, ¿sabes qué?
Te lo mereces.
Ya está bien de preocuparme por tu bienestar cuando tú no lo haces conmigo.

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