Léeme
Soy como un libro abierto.
Puedes mirar en mí,
pero no necesariamente ver.
Puedes leer un capítulo
o dos, o incluso trece.
Puedes leerme hasta que amanece.
En mí no hallarás mentiras,
solo verdades escritas.
Palabras sin sentido,
con sentido o consentidas.
Palabras nuevas o viejas,
en presente o en pasado
—el futuro ya vendrá—,
pero, al fin y al cabo, palabras.
Que si no terminas de leerme,
no te apures.
Ya seguirás mañana
o si no, cuando te dé la gana.
Esto no es un juego en el que quien no lo complete, pierde.
Esto simplemente es dejar de leer cuando no puedes,
cuando te duele.
Pues, como dije antes,
no ofrezco mentiras,
sino verdades.
Más duras o más frías,
pero, al fin y al cabo, verdades.
Que no quiero que te pierdas de camino a la siguiente página,
pero tampoco te prometo una historia entretenida.
Ni siquiera te prometo una poesía,
una tragedia;
ni siquiera una comedia.
Solo te prometo mi alegría,
mi tristeza,
mi confianza más extrema,
mis llantos, mis risas,
mi día a día, mis sonrisas.
También prometo un mundo inventado,
donde sé que tú estás leyendo esto.
Como no prometo no romper estas promesas,
ni siquiera mantenerlas para siempre.
Solo pido respeto.
Respeto por todo aquello que admiro o desprecio,
respeto por mi cabezonería, mis piques y deseos,
pero, al fin y al cabo, respeto.
Pues, aunque solo sea un libro,
no de la tapa más dura ni las hojas más bellas;
aunque no sea un bestseller ni el diario de una tía buena,
quiero decirte, lector,
que simplemente porque me leas
ya habrás descubierto una cosa nueva.
Que yo no digo que valga la pena,
ni siquiera digo que sea una lectura buena.
Simplemente disfruta con lo que la vida te ofrece
y que no tengas quebraderos con lo que acontece,
pero, al fin y al cabo, disfruta.
Comentarios
Publicar un comentario
¿Algo que quieras compartir?