Otoño
Hoy comienza el otoño por fin. Adoro el otoño. Bueno, en realidad adoro la primavera y el otoño.
Realmente no sé muy bien el porqué, ya que no me gustan el frío, las lluvias, que esté nublado ni nada de eso, pero me encantan esos colores marrones y naranjas que cubren el suelo en esta época del año.
Donde vivía antes había una plaza que daba a un paseo, un paseo lleno de árboles a los lados. Cuando llegaba el otoño, todas las hojas se caían y formaban una preciosa alfombra crujiente y mullida que daba pena pisar. A mí me la daba.
Es más, cuando era pequeña iba recogiendo hojas con formas bonitas. No es que tuvieran formas raras, eran hojas más que normales, pero no estaban rotas ni pisadas, ni se rompían con mirarlas. Eran suaves, blanditas y daban ganas de mimarlas. Sí, hablo de mimar hojas, pero ya sabíais que estoy loca. Mis padres siempre acababan hartos de mis "¡mirad qué hoja tan bonita!" y de regañarme por restregármelas por la cara. Eran momentos de esos que echo de menos. Y son escasos.
Como siempre se dice, la felicidad está en las cosas más simples y tontas, en esas pequeñas cosas que te alegran, como cuando hablé de mis botas de agua y pisar charcos. O como si os menciono que cuando era pequeña iba por ese mismo paseo agarrada de las manos de mis padres columpiándome y riéndome. Son momentos que quizá añoro y son momentos que duraron poco. Mi infancia no fue la "típica" infancia feliz, pero había momentos como esos que me daban la chispa que necesitaba. Como lo de bajar por un largo tobogán tumbada con la cabeza boca abajo mil y una veces a pesar de que a mis padres no les gustara la idea.
Sé que parezco tonta hablando de todo esto como si fuera lo mejor de lo mejor, pero como suelo decir: "no parezco tonta, lo soy". Y prefiero ser así e ilusionarme por nimiedades como estas que tener que buscar un "gran motivo" por el que hacerlo. Dicen, también, que las personas pesimistas tienen más facilidad para alegrarse por tonterías porque siempre esperan lo peor, lo malo. Yo simplemente no espero nada nunca, estoy acostumbrada a dar y dar y extrañamente a recibir. Así que es obvio que me sorprenda y me parezca raro cuando algo bueno (como esas boberías) me ocurre.
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