Sabor veraniego

Sí, bueno, más que sabor es la presencia del verano.
Un verano que se está acabando de una manera terriblemente precipitada y sin consultar a nadie.
Llevo en el mismo sitio de vacaciones desde finales de junio y dentro de nada, el treinta y uno de agosto, vuelvo por fin a mi casa. Y no digo que aquí no me sienta como si estuviera en casa (porque no lo hago, me siento mejor, mucho mejor), ya que llevo viniendo aquí los dieciocho años de mi existencia, pero añado un "por fin" porque todo esto me aburre. Mucho. La desidia me corroe por dentro.
Pero ayer y hoy, sin embargo, he tenido unos momentos de agobio y de estrés que me han sacado de quicio. Entonces, me han hecho preguntarme si de verdad hay una parte de mí que quiere "volver" a la rutina o no. Un "volver" entre comillas porque esa rutina a la que supuestamente voy a regresar no la he llevado nunca a cabo, es totalmente nueva para mí y me asusta. Me asusta mucho.
Tengo muchos miedos, sí, pero el que peor llevo es el terror que me produce lo desconocido.
Y la universidad es totalmente desconocida para mí. En parte estoy deseosa de empezar una nueva etapa en mi vida, seguir avanzando en mi camino, seguir formándome como persona y todo eso. Supongo que el haber ido (prácticamente) toda mi vida al mismo colegio, el no haber tenido que experimentar el cambio del colegio al instituto, me hace tener más y más miedo. Nadie se ha muerto por ir a la universidad, me queda ese consuelo, pero la verdad es que no me alivia en absoluto...
Pronto podré volver a utilizar el verbo "venir" en lugar de "ir" para referirme a Madrid. Y beber del grifo, placer divino. Que no os mientan si alguna vez os hablan de Madrid, que lo mejor de allí no es su atractivo turístico o lo que sea que le veáis de atractivo, es el agua. El agua del grifo.
A mí es que nunca me ha gustado Madrid. Siempre he dicho que para mí solo es ruido y contaminación, pero prefiero vivir en la ciudad antes que en el campo. Y esta vez me he sentido tan extraña... He echado de menos Madrid. Decidme si es extraño o no lo es, porque para mí sí. Parece ser que a fin de cuentas sí que me gusta mi sitio. No sé qué habría pasado de haberme ido a vivir a Galicia, que era lo que se suponía que iba a pasar este año. Yo estaba en contra de irme de Madrid, de mi Madrid (y eso que no vivo en el centro, en lo que la gente conoce como "Madrid"), pero no por la gente o por el sitio, sino por (de nuevo) ese terrible miedo a lo desconocido.
Yo soy de esas personas que dice que "más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer", pero... ¿qué sería de nuestras vidas sin unos cambios? A veces el cambio es la solución.


Comentarios

Entradas populares de este blog

El fuelle

¿Qué es para ti la vida?

El libro más increíble que he leído